Crónicas.

01: Premonición.

Las piedras se clavaban como púas en las rodillas, y la nieve helaba las finas medias que apenas protegían sus piernas. Pero el sentimiento de dolor tiene un límite...hay un momento, en el que nada puede hacerlo más intenso.
No creo que le doliesen las piernas.

Entró en la destartalada cabaña, sabía que la estarían esperando, y repasaba mentalmente qué hacía allí. No había demasiado que repasar.

La madera de la puerta estaba abombada por la humedad y la nieve al derretirse llegada la primavera, y, enmohecido, el pomo resbalaba al tratar de girarlo.
Se percató de la rojez de sus manos , los dedos, finos y largos como los de un esqueleto, parecían querer hundirse en la carne de la palma, anegados por el frío, tratando de esconderse.

Se asomó entonces por la pequeña ventana escarchada junto a la puerta. Esta, también deteriorada por los años, hacía parecer aún más humilde aquel refugio, al haber sido construida demasiado cerca de la esquina, demasiado separada de la puerta. Aquella asimetría, sin embargo, hizo sentir nostalgia a una niña acostumbrada a los trajes mal cosidos. A través de los cristales, todo era oscuridad.
Una esquina de su capa sirvió para agarrar el pomo y lograr dar el giro.
[...]

-¿Qué ocurre cuando... sabes que no habrá más consuelo?
 Las imágenes se sucedían una tras otra por su mente, rápido, demasiado rápido para el ojo humano, pero ella no necesitaba verlas, ya lo hizo tiempo atrás. Le pertenecían.
Todas en su pecho, vibrado, chocando contra las paredes de sus pulmones, dejándola sin respiración, luchando por escapar de su pecho... De un cuerpo que guardaba aquellos recuerdos como un enfermizo tesoro, como una fórmula mágica que daba comienzo a los días y las noches...
Tenían que salir de allí; estaban oprimidos; abrazados por una memoria a la que no pertenecían.
Perder tu realidad... te acompaña de la mano hasta ese mismo lugar, donde el dolor encuentra su límite, donde ya no puede doler más.(...)
 
Mil, diez mil, cien mil punzadas en el esternón, un zumbido en la cabeza, fuego en las extremidades...y poco a poco el vacío, como si ya no hubiese entrañas que seguir quemando. Las vísceras seguían en su sitio, dentro de su frágil cuerpo, pero el fuego era real.

Hacía tiempo que sus ojos habían comenzado a derramar lágrimas...no, ya no eran sus ojos.
Habían cambiado, al marcharse con sus recuerdos ése brillo que los hace atractivos cuando les pertenece algo a lo que agarrarse, algo por lo que sonreír. Cuando tu interior es devastado, ya no quedan recuerdos por los que luchar, no pierdes la memoria, no...pero lo bello que contenía se marcha. Por eso, no puedes volver a ser feliz, hasta que no lo recuperes. Esto es la melancolía...despedirte para siempre de la felicidad...pero antes de ello, solo hay rabia.

El seguía contemplándola, gozoso al ver el incremento de las columnas de fuego que la rodeaban.
- ¿Qué ocurre, Dalia....qué? Necesito saberlo, ¿Entiendes? Yo no puedo acordarme bien...
 Su voz fue entonces grave y tirante, tenía la garganta seca por el calor del fuego que salía de sí, jamás nadie la hubiese reconocido.

-Ya...ya no....- Nunca sabré qué fue lo que le sucedió, nunca había controlado aquello, al menos nunca conscientemente...siquiera sabía que lo poseía. De todos modos, nunca más me llamará para hablarme de su realidad. -Ya no...necesitas a nadie.
 Lo que siguió a aquel horrible sonido que provocaron sus palabras fue una gran ola de fuego. Pese a la humedad y al hielo que cubría la casa, la madera prácticamente se evaporó. De Aldraiem quedó poco más que un cadáver carbonizado en el que no había ojos, ni manos, nada que pudiera recordar su forma original. Al fin, no quedaba nada humano en él.

Lo único que puedo imaginar ahora es su sonrisa antes de ser barrido por las llamas. Ignoro si quiso hacerlo.

02: Todo comienzo...

...Tiene lugar tras un gran final.

No es posible determinar cuanto tiempo permaneció inmóvil en la tierra...de todas formas, no había nadie allí para medirlo.
Dalia abrió los ojos, y no le sorprendió lo que encontró a su alrededor..por primera vez, era capaz de recordarlo todo, incluso el momento preciso en que cayó al suelo inconsciente.
El cuerpo inerte de aquel que un día tuvo nombre...Aldraiem. Ahora era tan sólo abono en medio de unas tierras estériles.
El paisaje había cambiado...de la cabaña poco quedaba, la nieve había sido fundida por las llamas, los pocos y centenarios árboles aparecían chamuscados.
No había nadie allí. Es seguro que las lágrimas habrían nublado los ojos de la joven al darse cuenta de que él no la observaba. Ni encima de un árbol, ni cruzado de brazos...un infantil impulso hizo que la pálida chica mirara tras de sí de reojo...sólo pudo sonreír con amargura. Por supuesto que no estaba.
Frèdéric no era real...; Pero Dalia no lloró, a fin de cuentas, ella formaba parte de ese "nadie".

El camino a casa hubiera sido más duro de haber tenido un lugar al que regresar, pero tan sólo un breve equipaje la esperaba escondido entre unos edificios en las afueras del pueblo.
Como un cascarón vacío, siquiera se dio cuenta de que aquella explosión la había dejado sorda, y uno de sus oídos sangraba copiosamente, si bien el fuego no quemaba su piel, no resultó ilesa.

Apoyada en las losas de piedra comenzó a escribir, sin demasiada cordura las únicas palabras que dirigiría a quien creó dos vidas, para que juntas deshicieran los nudos que él no supo desatar.
No es una buena idea cargar tu pasado en la espalda de tus hijos...

Era demasiado tarde para comenzar a escribir acerca de lo que ya sentía ajado bajo su piel...demasiado temprano para enterrar los cadáveres que aún no yacen del todo muertos bajo sus pies, y aún...aún con todo las letras se suceden, sin orden, sin coherencia...sin sentido.

"Ya despertó, llevaba meses notándolo, apretando sus manos contra el seno de una madre esquelética, sin alimento del que proveerle. No he podido con esta carga, mi cuerpo es demasiado débil...y mi mente enferma.
...Ahora es quizás...el mejor momento para sentarse a dejar pasar el tiempo que quede... sabiendo que es tarde, sabiendo que no es hora.
Pero nadie nunca aplicó la lógica en la última despedida ¿no es cierto, padre?...sería demasiado cruel. "
 
Sin poder diferenciar el hielo de la árida tierra, ahora solo importaba recordar.
 
                                                 
¿Qué ocurre cuándo...?


"El último eco aún resuena dentro de mi cabeza, aún se estremece mi cuerpo,  frío...aún puedo sentir frío. Noto todavía el vacío, rabia y nostalgia. Aún puedo ser consciente de mi alma y las heridas, aún sé que acaece sobre mi la desgracia, no volverá la ternura, la tristeza ni el entusiasmo...aún queda algo en mi. Aunque sea tan sólo ausencia.  
Sé que esto acaba aquí, donde debería estar tan sólo el principio...poco después de comenzar. Dejando todas las expectativas en poco más que eso..terminando cada episodio con puntos suspensivos, termina la realidad.
No encuentro ya motivos para realizar ese esfuerzo.
Porque ahora,  perseguir la derrota no tiene alicientes... ahora me entrego a ser cobarde. Me entrego a la irrealidad. 
 
¿Qué ocurre cuándo...sabes que no habrá más consuelo?
 
Lo siento, padre...Es la única pregunta a la que me niego a responder. "


Fueron muchos quienes murieron esa noche en el incendio del pequeño pueblo del norte, padres, mercaderes, niños...inocentes e ignorantes.Pero la culpa no pudo instalarse en el cuerpo deshecho de la joven, y quedó flotando en el aire.

                                   

03: Noches de diciembre.


Las ramas de encino crepitaban en la lumbre, calentando una fría noche de diciembre. Frente a ella se extiende una gruesa alfombra de pieles, que lograba aislar de la humedad del suelo y del olor de la madera podrida. La pequeña solía permanecer delante de las llamas:

-...mh...pero sólo la uña, ¿eh?...ah...¡Ay!
-Si aún no te ha tocado el fuego, quejica...

Clotty cargaba con sus 61 años curtidos por el sol reflejado en la nieve, además de con trozos de venado y ollas de considerable tamaño. El tintineo de los cacharros se mezclaba con los murmullos y grititos de la niña que seguía delante de la humilde chimenea.
La mujer cuenta con una salud envidiable para su edad, pero cosciente de sus problemas de espalda no puede más que detenerse frente a la enorme olla a rebosar y exalar un suspiro de resignación...tendrá que seguir cargando ella sola con esas tareas...

-Si estuviera aquí pequeña Caroline..-mira de reojo una vez más a la pequeña de cabellos negros- ¡Ellia no erra como su inconsciente herrmana...!

Blasfemando para sus adentros, suspira una vez más, y posiciona sus rollizos brazos en las asas del recipiente.
Haciendo acopio de todas sus fuerzas, levanta la descomunal olla que continuaba burbujeando, de manera que pequeñas gotas de caldo saltaban a los hinchados mofletes de Clotty.

En ese momento comienza a andar hacia la mesa de roble donde debía servir la cena, cuando uno de los sonidos más estridentes estalló como un rayo contra sus tímpanos.
El terrible grito de la chiquilla hizo que la anciana soltara de golpe la olla que cargaba, derramándose por la madera envejecida los pocos alimentos de los que disponían y que hubieran sido su cena...

-¡Maldita cría no has trraido en tu vida más quie prroblemas!

Fue lo único que acertó a decir ante tal situación...liberando así la tensión acumulada. Con los brazos en jarras y las zapatillas de piel de cordero llenas de caldo... de cordero, Clotty contemplaba el rostro de porcelana de la pequeña.
Había frenado su grito con el escándalo de la olla al caer, pero aún apretaba contra el pecho una de sus manos, paralizada apenas acertaba a llorar sin cambiar su falta de expresión.
Fueron apenas unos segundos los que tardaron en recorrer las lágrimas sus mejillas, pero a Clotty se le antojaron eternos.

 No eran pocos los que creían que ella odiaba a esa niña, pues se llevó consigo a su hija al nacer, a su única ayuda...pero, ¡qué diablos!, ¿cómo podría tener ella la culpa de nada?
Simplemente sabía que era distinta...y a ninguna mujer de costumbres como ella le agradaba el cambio.
Se deshizo de sus zapatillas y se dirigió descalza hacia la ella. Una vez allí, no se sorprendió por el accidente que ésta había sufrido, a fin de cuentas era algo habitual.

 Con el paño que colgaba de su delantal cubrió la mano derecha de la niña, tenía todos los dedos y parte de la palma completamente enrojecidos y presentaba algunas quemaduras bastante graves, pero era tan sólo una mano.
Con cuidado tomó a la niña entre sus brazos y subió hasta una pequeña habitación donde había una litera, la colocó en la parte inferior y dijo:

-Nunca más cerca del fuego, Trishka. Más tarde tu padrre curará tus herridas.
-...lo siento...- Pero aquellas palabras eran imperceptibles para el oído humano.

Se cerró la puerta y pronto pudo escucharse como Clotty regresaba a la cocina.
Justo en ese momento, un joven delgado de cabellos rubios recogidos con un cordel negro se adentraba presto en la habitación.

-¡Maldito, Frèd! ¡Te dije sólo la uña!- la expresión volvió al rostro de Trishka, hecha toda una furia.
-Si fuiste tú quien se movió...
-¡Es injusto! ¡Injusto! Siempre tengo yo la culpa....¡Ojalá pudiera ser como tú y que nadie se fijara en que existo!

La expresión jovial del muchacho, que parecía algo mayor que ella, cambió con esta frase.
En un pestañeo el joven desapareció de delante de la puerta, y Trishka se vio sola en la habitación, pero conocía sus trucos. Como pudo se levantó y le encontró en la parte superior de la litera.

-¿Cómo te mueves tan rápido, Frèd?- los ojos de Trishka brillaban con aquella inusual fuerza, mientras se dibujaba una media sonrisa en sus labios...no podía permanecer enfadada mucho tiempo.
-Puede que algún día te enseñe, pero ahora necesitas comer algo. La vieja Clotty no te dejará bajar a cenar.

Antes de que termianara de formarse un enorme puchero en su cara, el chico una de sus manos sobre la otra:

-¿Qué te apetece cenar? Haré que aparezca en la habitación.

El humor de la niña mejoró. -¡Algún día yo también quiero hacer magia, Frèdéric!

La respuesta fue tan sólo una de las más sinceras sonrisas.

Clotty tenía ahora que hacerse cargo de aquel desastre...


04: En la sombra.

<<Hallá donde alcanzaba la vista...sólo aparecía desconsuelo.
Como alma en pena, se arrastra sobre sus pies descalzos, en un camino sin destino. Al compás de sus pasos crujen sin vida los restos de todo cuanto habitó aquel lugar...quien sabe hace cuánto tiempo. Sólo quedan raíces muertas y esqueletos inútiles y descompuestos.
Todas las noches, la pequeña contemplaba deambular a la joven cabizbaja por las tierras yermas plagadas de restos de vida, mientras los suspiros de algún ser que no pertenecía a este mundo mecían el cabello que ocultaba su rostro.
Pero esta vez, la penitencia de la muchacha se detiene con sus pasos, de perfil a la mirada de la niña. 
La joven parecía querer apretar los puños, pero no tener suficiente fuerza para ello, comienza a elevar su cabeza y a girarla lentamente, para desvelar su rostro.
Pero no fue posible, Trishka sólo alcanzó a ver sangre en sus mejillas y manchando su cobrizo pelo antes de que las sombras que se aglomeraban a su alrededor se abalanzaran sobre ella como pirañas hambrientas. Como cada noche, fue su llanto él último recuerdo de la niña >>


No era extraño aquel grito. Trishka solía pasar malas noches y amanecer entre llantos y gritos desgarrados, en ocasiones, incluso con algo de fiebre o problemas de estómago.
Pero, aunque estuviera dentro de la normalidad, Clotty siempre se apresuraba a visitar a la niña, después de todo, y aún teniendo en cuenta la poca simpatía que le despertaba, no podía soportar el sufrimiento de su propia sangre.
Arrastró su pesado cuerpo escaleras arriba, dirigiéndose a la habitación de las literas.

-Trishka...- Frèdéric comenzó a zarandear el cuerpo de la niña, que parecía más inconsciente que dormida.
-...¡Trishka...!- Estaba cubierta de sudor, tendida sobre su costado izquierda, realmente tenía muy mal aspecto. El joven de cabellos rubios colocó la mano bajo el flequillo de ella. - Estás ardiendo...
En ese momento, al revolverle el pelo con su mano, vio una marca o cicatriz en el lado de la cara que Trishka mantenía pegado al colchón. Con cuidado colocó a la niña boca arriba, y se quedó mirando fijo su cara.
En ese momento se escuchan unos fuertes golpes en la puerta, que por algún motivo estaba atascada...para Clotty.

-¡Trishka..! ¡¿Qué has hechio con la puerrta?! ¡Abrre!

Trishka abre por fin sus enormes ojos, que estaban vidriosos por el efecto térmico de la fiebre, a la que siempre ha sido muy dada, y con expresión de miedo y un hilo de voz, analiza la expresión de Frèdéric, al tiempo que el tercer golpe de Clotty resuena sobre la puerta de madera.

-...¿Qué...ocurre, Frèd? ¿Tu también la escuchabas llorar..?

-Calla.- Cubrió la boca de la niña con la mano, para que no dijera nada más, y acto seguido el lado izquierdo de su cara con la mano, que adquirió un leve resplandor azulado. al niña estaba demasiado débil para coser a su amigo a preguntas, y cerró los ojos.
Frèdéric exaló un suspiro, y al tiempo que desaparece, la puerta se abre dejando entrar a la histérica Clotty.

-¡Niña!...Porr Dios, ¿estás bien?
Trishka se incorpora de golpe, tratando de mostrar su vitalidad común, pero el mareo y la fiebre pueden con ella, que cae de lado con una media sonrisa en la cara.

Clotty estaba harta. Harta de sus gritos y lloros en la noche, harta de su permanente felicidad pese a sus múltiples accidentes...harta de que hablara de cosas que no existían.
Pero sobre todas las cosas, estaba harta de que el pueblo entero la señalara con el dedo por su enfermedad, de lo cuchicheos de las vecinas acerca de ella...Harta...de que le importara tanto aquella niña del diablo.

Dejó a la niña durmiendo en su cuarto, tras bajarle algo la fiebre con paños de agua tibia, y decidió esperar al regreso de su padre. Él sabría qué hacer...o más bien tenía la responsabilidad de decidirlo.

Al cabo de unas horas llegó Christosz Ballister, el padre de la pequeña, cargando con su pesada muleta de madera, con la que lograba sostenerse en pie a pesar de su inútil pierna derecha.
El hombre, entrado en años pese a la juventud de su hija, avanzaba con gesto severo por la humilde cabaña de madera que construyó tiempo atrás con sus cuñados y otros familiares, hacía ya bastante tiempo. Era poco frecuente la sonrisa del hombre, que dedicaba por completo su vida a la ciencia, y tan sólo abandonaba su labor para atender las enfermedades del vecindario a cambio de algunas monedas.
Clotty le esperaba en la cocina, con el almuerzo servido.
-Christosz...-Al oír su nombre, alza la mirada hacia su suegra, como gesto suficiente de muestra de interés, pero no dice una palabra.
-La niñia está enferrma de nuevo, ha vuelto a despertar como siemprre.
El hombre asiente.
-¿No vas a decir nada?
-Estamos en invierno, en una de las regiones más frías...no es nada extraño un catarro.
-¡Un catarro..! ¿Crees que no la oigo hablar sola a todas horras? ¡Y esos accidentes extrañios que tiene! ¡No está bien de la cabeza y todo el pueblo lo sabe!
- Las gentes no comprenden la imaginación de un niño... Siquiera u familia la comprende, como veo.- su mirada permanecía a una gran distancia de aquella conversación, en otro lugar...y aún con todo, sus ojos seguían reflejando tristeza.- Quizás sólo su madre hubiera podido protegerla de un mundo tan hostil.
El semblante de la anciana se vio agitado por el recuerdo de su hija, y por la culpa.
-Christosz...tu hija está enferrma, y debes cuidarla... Puedo soportar todas las extrañezas que trajo consigo al nacer, pero...- Le interrumpió la voz áspera del hombre.-Entonces todo irá bien.
-...¿y su cuerrpo? También le afecta.
-Ella es fuerte, Clotilde. Más de lo que puedes imaginar. Ahora debo marcharme.
-¡Acabas de lliegar! Y no has probado bocado..¿Es así como cuidas de tu hija?
-No hay nada que pueda hacer por ella. Ni por ti, más que proveeros de alguna moneda... y permanecer lejos.
-¡Se supone que eres médico...!
Crishtoz le dedicó una última mirada vacía a la anciana, y tras arrastrar su tullido cuerpo hacia la entrada masculló entre dientes: -Mi hija no está enferma...
Un portazo y algo de nieve en la entrada fueron los últimos restos de su presencia en la casa ese día.
05. En memoria de...

Reptaba como una serpiente de piel gastada sobre la nieve, llevando tras de si su pesada muleta. sus ojos, tan vacuos como siempre, oteaban el horizonte sin ningún interés aparente por el blanco paisaje.
La casa ya quedaba lejos. En medio de la nada, siguió caminando hasta una pequeña puerta blanquecina y gastada oculta entre robles deshojados por el viento.
Su mano cubierta de pliegues se aferró con mezcla de furia y falta de vida al pomo y lo giró 45º a la derecha, dejando un rendija en la puerta.
De la habitación se esfumaba un ligero olor azufre y metales pesados, un vaho frío, desaliento...
y el alma de aquel hombre parecía quedar atrás suya con cada uno de sus pasos hacia delante, mientras sus ojos de hielo miraban sin ver.
Cerró con presteza la puerta tras de si, y automáticamente se encendieron unas luces tenues y frías en la pequeña sala. Una especia de fluorescentes que parpadeaban.
El viejo Ballister murmuró algo ininteligible. Aquello no estaba bien.

Una máquinas tupían cada rincón de aquel espacio, máquinas con pantallas digitales  y artilugios modernos. En una de las esquinas, donde el solía apilar montones de notas y escritos aparecía un ordenador algo grande y antiguo. Sus papeles no estaban allí.
Mientras los fluorescentes seguían parpadeando lugubremente, algo comenzó a moverse en el fondo de la habitación. Christosz mantuvo la respiración.
En ese momento una rata blanca salió de entre los cables que reposaban en manojos bajo los escritorios del cuarto, desviando por un momento la quietud observadora del hombre.
Y en ese momento apareció.
Envuelto en un sonido eléctrico un hombre comenzaba a aparecer a la espalda de Ballister.
Se trata de un hombre de pelo largo y gris canoso recogido en un prieta coleta en su coronilla. Vestía una impoluta bata de laboratorio blanca y sus ojos eran tan gélidos como los de Ballister.

-No deberías estar aquí...
El extraño sujeto desveló una pequeña risita histérica, que enseguida desapareció de sus labios.
Lo único que diferenciaba a los dos hombres, además de sus ropajes, era el fondo de sus ojos.
Mientras los de Ballister aparecían vacíos, los del otro sujetos brillaban con un aire de locura, de desafío, de seguridad.

-Como puedes echarte a ti mismo de la sala, Ballister...es muy indecoroso- La sonrisa que dibujaba su boca recordaba a una serpiente, pero esta no se arrastraba sin rumbo sobre la nieve. Más bien parecía estar a punto de devorar a su presa estirando las largas comisuras de sus labios.

-Este no es tu tiempo...ahora soy yo quien ha de manejar la situación...más sabio, menos enfermo
-.¡tu enfermedad es el olvido! Has olvidado la ambición que te condujo hasta aquí...¿o la hemos olvidado ambos? ¿cada parte de ti dispersa en el tiempo...?-Otra diabólica risa
-Mi enfermedad es el recuerdo...
-¡Ja! ¡Pues recuerda por qué estás aquí! Puedo acabar contigo, ¡no eres más que la parte atrofiada de mi genialidad, Ballister...!
-Fuera...
-Por supuesto...sólo quería conceder una pequeña visita al...¿pasado?.-Sonríe.-Hasta pronto, Ballister...
-Deja de repetir mi nombre.
-Nuestro nombre....no quisiera que lo olvidaras....Ballister -Arrastraba las palabras, gozando al notar el efecto que hacía en la columna vertebral de su interlocutor, se contraía en un gélido suspiro....

En ese momento la habitación se sacude ligeramente, y de todas esas máquinas y cables que abarrotaban el cuarto comienza a desprenderse una fuerte luz blanquecina, que ciega los sensibles ojos de Crishtosz.

Para cuando recupera la visión, no queda nada de su visita allí...los papeles viejos están en su sitio, y el viejo microscopio óptico de lentes gastadas también.
Todo estaba tal cual lo dejó la noche anterior, antes de salir a beber hasta perder el conocimiento en algún lugar que no lograba recordar.
Su vida era un infierno helado....y toda la responsabilidad suya.

<<Cuando te vuelves incapaz de controlar tus actos...Cuando la serpiente te domina...>>

No había salvación para él, pero debía remendar sus errores desde el pasado, el futuro le pesaba a sus espaldas y hundía su cuerpo en la nieve.
-No...-susurra.

Toma asiento frente a su microscopio y comienza a recopilar algunos instrumentos pesados, parecidos a los utilizados en las forjas, y por otro lado materiales para grabar, pequeños y finos cinceles, y tras ello repliega hacia delante unos cajones que se esconden bajo la mesa.
De ellos extrae algunos extraños objetos metálicos, algunas piedras de particular brillo, cadenas, y la hoja de lo que parecía una espada corta.

-Aún puedo hacer algunas cosas antes de pudrirme del todo...- hablaba a media voz hacia sí mismo.
-Date prisa, entonces..-La voz del chico sobresaltó al anciano, demasiado ensimismado en su propia desesperanza para estar alerta.

Pero el peso de su carga no le dejó hacer movimiento brusco alguno, si no que por el contrario giro la cabeza lentamente hacia el chico de cabellos rubios que le contemplaba desde la esquina de la habitación, cruzado de brazos, como era común en él.
Pero el viejo no dijo nada, se limitó a volver a sus tareas, obviando la presencia del chico en aquella habitación.

-No ignores mi presencia...La maldición crece en ella más rápido de lo que creímos..hoy apenas he podido retenerla en el último momento. Su cuerpo es aún débil...es demasiado pequeña.
-Tu eres la oscuridad dentro de ella...la sombra de sus sueños...- el viejo Ballister vagaba en sus pensamientos, al margen de la realidad...al margen del tiempo.
-Hablas como si la luz no fuera peligrosa. No he venido a hablar contigo, si no a que hagas algo.
Esa recriminación hizo que volviera a su cuerpo, asintió sin mirar al chico. y en ese momento su voz volvió a ser rígida y severa, y sus ojos de serpiente a parecer infranqueables y vacíos...de compasión. y era cierto, no sentía compasión...si quiera por su propia alma.

-Vuelve a tu tarea, sombra. Puedo crear otros como tú...no te conviene sobrepasarte de tus labores.
- ¡Ella no aceptaría a otro!
-Ella no se enteraría...-se ríe- no tiene ni idea de nada, no es más que un recipiente, que ni la cordura conserva.
-...mereces todo esto y más...- Pero recordó que tenía razón; Él podía sustituirle, y probablemente Trishka lo aceptaría...y entonces calló.

Antes de desaparecer de aquel lugar, Frèdéric escuchó como Ballister reía de forma histérica...el mantenía la cordura,... pero nada más.



Trishka seguía en la cama, Clotty acababa de subirle al cuarto un sopa de boniatos cliente, pues la fiebre había desaparecido de su cuerpo, y había dejado en su lugar una gran destemplanza.
Clotty rugió como una leona enfadada cuando entró en el cuarto y encontró la ventana abierta, por donde entraba un viento helado.
-....¡Ha sido Frèd, Clotty..! Ah...¡De verdad! ¡Si yo estoy mala..!
Fue una de las numerosas excusas que Trishka balbuceaba a grititos mientras Clotty blasfemaba en un idioma que nadie más en la casa conocía, ya que pertenecía auno de los pueblos bárbaros de las islas del norte.
Sin embargo, se calmó al reconocer en la pequeña algo de su común vitalidad...después de todo, ¿puede que quisiera algo a esa extraña criatura de ojos rojizos?...Era lo más probable.

Clotty salió una vez hubo terminado la comida, y cerró la puerta a su espalda. Pero Frèderic nunca había necesitado puertas. La ventana se abrió de nuevo, y trepó vivamente por ella el chico, esta vez con los cabellos sueltos.
El Sol de mediodía brillaba a su espalda, rodeando al joven de una aureola dorada como su pelo.

Las cosas brillantes atraían a Trishka como a un cuervo, por lo que rápidamente se giró hacia él.

-Wooaah....Frèd, pareces un ángel...- Se levanta de la cama con torpeza debido al mareo, y se le eriza la piel por llevar solo un fino camisón de lino blanco.
Frèdéric espera con una amplia sonrisa en la ventana.
Trishka se acerca a él, y de puntillas estira su aún pequeña mano para tocar el pelo del joven.
Trishka sonríe...por algún motivo se siente muy feliz ante ese resplandor dorado, ante esa sonrisa franca de quien siempre ha estado junto a ella.

-Vas a coger frío, enana.
Trishka sonríe..con esa sonrisa dulce que enternecería el corazón del más tirano.
-No eres tan mayor, Frèd...! Yo soy toda una mujercita, lo dice el pastor.
-¿Le guardas simpatía, con todo lo que dicen de ti en la Iglesia...?
-El pastor siempre es amable conmigo....
-Bueno...es igual. entonces, eres como una princesita , ¿te vale?
La niña sonríe con malicia, ¿de esas que siempre consiguen lo que quieren con sus encantos?
El chico entra dentro de la habitación y se sienta en la repisa, enfrente d ella.- sí, de esas estúpidas y enanas de los cuentos. - sonríe.
-¡¡Eres un asqueroso!!- con fingida cara de asco comienza a golpear con sus pequeños brazos al joven que se ríe y la esquiva. entonces él comienza a hacerle cosquillas (los costados..su punto débil) y la coloca encima de la cama.
-Acuéstate ya, petarda. Te he dicho que cogerás frío, y yo quiero dar un paseo mañana. Ya sabes que no me gusta ir solo.
-Si siempre estás desapareciendo...- Le saca la lengua en un además de desprecio.
-Claro...para ver a mi novia.
-¡Tu no tienes novia, tonto!
-Es verdad...- y le revuelve el pelo a la pequeña, con disimulo observa que la marca de su cara ha desaparecido. Un gran alivio inunda al chico.

Los enormes ojos de Trishka se detienen en la cara de Frèdéric, esos inocentes ojos que harían sentir culpable a cualquiera. -Sabes...a veces pienso que de verdad eres un ángel. Un ángel que me cuida en lugar de mi madre.

Si Frèdéric hubiera podido, habría llorado entonces.... pero se limitó a sonreír, como siempre hacía.

06: Sólo a un paso.
El resto del día transcurrió de forma corriente...salvo que, una noche más, el padre de Trishka no apareció en toda la noche.

Los primeros rayos de Sol asomaban por la ventana de la habitación de las literas, pero la pequeña aún dormía, con el ceño fruncido, pero al parecer tranquila...
Esa noche también estaba soñando, pero quería ser fuerte.
La sombra de un muchacho se proyectaba, sobre el cuerpo de Trishka. Enfrente de la cama estaba de pie el joven...¿debía participar?...¿debía dejar que se enfrentara ella sola por un vez?
Se supone que las sombras no temen...pero Frèdéric sentía algo parecido al miedo.
No era necesario tener miedo...si la mente de la niña estaba en peligro, no cabía duda de que el lo notaría...pero se la ve tan pequeña...tan ignorante de su propia situación.

La pequeña comienza a revolverse en la cama, a hablar en sueños - ¿Dónde vas...?- murmullos incomprensibles...
Frèdéric cae de rodillas al suelo y se encoje, haciéndose un ovillo junto a la cama de la niña.
El miedo...y ahora su cuerpo comenzaba a sentir dolor...sensaciones que nunca imaginó que existieran para el.
Entonces se fijó en sus manos...estaban cambiando, parte de él volvía a su estado natural...a ser una mera sombra en el espacio, y paulatinamente, dejaba de sentir...
Y entonces lo comprendió.
Frèdéric, Ballister..todos creyeron que la sombra se introduciría en su mente y en sus sueños y la dominaría desde allí, pero ha sucedido justo al contrario.

Él es capaz de sentir lo que ella desea...lo que ella cree que debe sentir, su cuerpo es como ella cree que debe ser...
-Es ella quien me controla....-Comienza a desaparecer, debe intervenir ahora.
Mientras dormida, Trishka sueña...


<< Las tierras yermas han sido devastadas. Centenares de máquinas de metal yacen esparcidas y destrozadas hasta donde la vista alcanza. Desprenden humo y llamas débiles, además de chispas que salen a borbotones de los aparatos que aparecen hechos trizas por doquier.
Esta vez es la pequeña niña quien camina descalza por ese lugar. Desorientada, con frío...
Su camisón de lino aparece manchado, como si hubiera estado en esa cadena de explosiones que ha dejado así el panteón de sus pesadillas nocturnas...¿los sueños mueren?
...Un detalle llama su atención, no hay cadáveres esta vez tapizando el suelo...en algunos rincones crecen hierbajos, cardos, malas hierbas maltrechas y a punto de marchitar..pero nunca ninguna vida pareció poder surgir de esas tierras casi volcánicas...¿los sueños...crecen?
Se escucha un llanto, y como poseída, la pequeña trata de localizar su procedencia y caminar hacia el.
Algo parece acurrucarse junto a un generador averiado... La sangre mancha sus pies heridos, y sus ropas están hechas trizas. Su llanto débil..como el de un pequeño animal a punto de perecer congelado y consumido por la resignación.
La niña avanza hacia aquel lugar; de donde proviene el llanto. La joven de melena cobriza esconde su cara sobre sus rodillas y solloza. La reina de sus pesadillas.
-¿Qué te ocurre...?¿Por qué lloras cada noche..?- Silencio...
Apenas unos pasos separan ahora a ambas chicas, y Trishka no puede evitar alargar su mano para tocar a la desmadejada y frágil chica. Pero sus pies dejaron de moverse.
Sobresaltada, la pequeña dirige su mirada hacia ellos, para comprobar que estaban envueltos por una oscuridad que impedía su movimiento.
Quedó entonces paralizada, sin saber qué hacer... algo se nubló dentro de ella, y entonces gritó. Gritó el nombre de Frèdéric, de su ángel...tan fuerte como la oscuridad le permitió, tan alto como su alma le pidió que lo hiciese.
En ese instante...aquella que ocultaba su rostro dejó de llorar....-Maldita...
Comenzó a erguirse entonces, quedando aún su rostro oculto por las sombras, la suciedad y el alborotado pelo.
Todo alrededor de las dos comienza a deshacerse, como en una explosión que desintegra las máquinas, los escombros, incluso la misma tierra.
Sólo la joven frente a ella...y un gran ejército. Un gran ejército de muertos quecomienzan a srugir de la insondable ocuridad y, poco a poco,  la rodean.
 Las manos de la joven se dirigen entonces al rostro de ésta para descubrirlo, pero la niña sólo alcanza a ver su boca susurrando...-Cada noche, pequeña O'rien...recordarás las llamas- antes de que una densa oscuridad la cegara completamente >>

-Recordarás las llamas...- En ese instante abre los ojos, y se encuentra sola en su habitación, con la luz temprana golpeando su ventana.
Aún somnolienta, se dirige hacia ella y mira hacia abajo. El aire aún gélido de las mañana de principios de marzo rozaba su cara- la nieve comenzará pronto a fundirse...-hablaba para sus adentros cuando algo le llamó la atención, la figura de su padre, cansada, abatida como la había visto desde que tenía memoria, reptaba hacia la entrada de la casa.
Sin embargo, Trishka no correría a tirarse a sus brazos y obtener una de esas miradas llenas de pena a cambio, hoy no. Quería escuchar la voz de su padre..aquella que nunca se pronunciaba con ella presente.

Bajó a hurtadillas por las viejas escaleras que solían crujir con el vital paso de la niña, pero en esta ocasión quería ser sigilosa, y pesaba poco...podía no hacer ruido.
 La casa no era grande ni ofrecía muchos rincones donde esconderse, por lo que la niña podía ver a Clotty fregando en la cocina desde donde estaba. La puerta de entrada se movió entonces, y la niña corrió a esconderse en una de las columnas de madera que sostenían la planta de arriba. Agudizó el oído.

Ballister entró sin pronunciar palabra en la casa. Clotty se percató de su presencia, y se limitó a preguntar dónde había pasado la noche. - Hoy no huele a alcohol...- Pero Christosz no pareció ofenderse por el comentario de la que había sido su suegra tantos años. - No- Se limitó a responder. - He estado trabajando.
Ninguno de los dos quería llevar más lejos esa conversación, pero Ballister tenía aún algo que preguntar.- ¿Dónde está mi hija?
-En el cuarrto. Esta mañiana no ha gritado, y la fiebrre remitió ayer por completo. Se cura tan rápido como enferrma, como siempre...
Algo similar a un gruñido acompañó gesto de asentimiento de Ballister.

nada más tenía que hacer en ese lugar, ni con esa mujer, dirigiño sus pasos hacia la escalera, pues en el piso superior se encontraba la habitación donde solía descansar cuando aún podía decirse que vivía en esa casa.
Al pasar por el lado de la columna donde Trishka se encontraba escondida, Ballister dijo en susurros con su voz rota por el tiempo: -Sal a pasear, pequeña...es bueno que te de algo es sol...
A Trishka se le paró el corazón...su padre siempre sabía dónde estaba, aunque probablemente no fuera capaz ni de describir su rostro, pues apenas la veía...
Se asomó para mirar a su padre, aún con el cuerpo oculto tras la gruesa viga.
Ballister vaciló un momento, deteniéndose en uno de los escalones, pero finalmente no se giró, y continuó su ascenso.

La decepción fue sonora...pero no iría tras de él, a fin de cuentas, no culpaba a su padre. Sabía que eran pocos quienes podían apreciarla...aunque desconocía el motivo.
Ella debía podía seguir siendo feliz, aunque nadie más quisiera serlo junto a ella.
-¡Clotty..! Me ruge el estómago...
De nuevo la jauría de gritos y desorden que significaba la presencia de Trishka en cualquier estancia de la casa.
Clotty sonrió con amargura..- Al menos este pequeño diablo me mantiene ocupada.- Y comenzó a reñir a la cría y a tratar de hacer que comiera algo en condiciones.

<< El invierno ha sido largo...quizás con el Sol de marzo, algunas almas encuentren por fin la paz.>>


-Al final del camino-



<< El Sol comenzaba a ponerse en el horizonte.
- Tengo la piel erizada...y sin embargo no siento frío. Deseo besarte...y algo se mueve en mi pecho al pensarlo. El corazón....dicen.

La brisa alborotaba el cabello de la joven, descolocándolo alrededor de su cara. Mientras ella, sentada al borde del acantilado, parecía hablarle al viento, al mar que descansaba varios metros bajo sus pies que se balanceaban en el aire. A la nada.
-¿Tu tienes de eso...? ¿Corazón?

Frèdéric la contemplaba desde atrás. Cruzado de brazos, como solía, dirigía su vista hacia la chica, tal y como había hecho siempre, pues para ello había sido convocado al lado de la joven. Con semblante serio y solemne, permanecía allí, quieto; Sin hacer nada, sin mirar nada.
Habían permanecido juntos casi toda una vida. Ya habían pasado demasiados años, y los errores comenzaban a crear un cerco del que no podría escapar nunca más.
- No...
Pero Dalia hablaba para sí, y no esperaba respuesta alguna.

-¿Sabes que es lo peor...de esto?- Las lágrimas comenzaban a nublar sus ojos. -Yo ya no puedo soñar...No puedo creer en...nada- Y su voz se quebraba por el dolor. Un vacío absoluto y negro era lo único que veía tras el escenario...su vida, era un simple escenario, que poco a poco, se iba desmontando...- No puedo más...- Contener el llanto se hacía imposible. Vacío..allá donde mirara.

-No puedo más...
 Y entonces lloró, lloró como nunca lo había hecho, lloró por si misma, por el mundo. Sabiendo que estaba sola...contemplada y sola en aquel precipicio, rodeada de flores pálidas que hacían juego con su piel.
Quedaban ya pocos rayos de sol iluminando aquella parte del planeta, y Dalia pegó su rostro contra la fría piedra, mientras las lágrimas seguían rodando por sus mejillas.
Quedó tumbada de lado, con un brazo suspendido en el aire, sobre las aguas tranquilas que descansaban a lo lejos.

-Puedo irme y no sufrir..Intentar volar como los pájaros. Puedo lanzarme al vacío y no notar la caída destrozar mi cuerpo...
-Puedo hacer eso, Frèd...puedo hacerlo...

Él seguía a sus espaldas, mientras el viento movía su larga capa. -Sabes que no puedes, Dalia. Siento que...- Mas el murmullo de la chica no dejo que terminara la frase. - No... tu no puedes sentir.
Y era cierto; Él no podía.
-¿Quieres tumbarte aqui, al lado mía?
-No necesitas que lo quiera...haré exactamente lo que tu quieras; Yo no deseo nada...

 El viento secaba el rostro húmedo de Dalia, mientras ella permanecía allí tumbada, con la mirada perdida en el vacío, y el alma mucho más lejos, deshaciéndose en cenizas.

-Has crecido, Frèd...no eres el chico de quince años que conocí en la granja de mi padre.
-Necesitabas que cambiara...he crecido tal y como tú has querido que lo hiciera.
Mientras ella recordaba al desafiante chico que robaba verduras en su huerta cuando era niña...aquel al que perseguía tantas mañanas y acabó siendo su único bastón para poder caminar por el mundo. Rescatar la esperanza no era sencillo.

-Antes no era yo quien te controlaba..¿Alguna vez has sido algo más? ¿Algo diferente?
-Conoces la respuesta, no hay nada en mi que esté fuera de tu mente.
-¿Y quien responde a mis preguntas ahora?  ¡¿Soy yo?!
 Dalia había recuperado las fuerzas suficientes para que su voz pudiera articular palabras sin romperse.

Se giró para mirar a Frèdéric, que no se había movido del sitio.
Estaba sentada sobre la roca, pero la hierba y las plantas silvestres crecían a su alrededor. Dalia pasó suavemente la mano sobre ellas.
Las flores, blancas e impolutas tomaban un color rojo sangre con el tacto de su mano.
-Puedo crear lo que se me antoje, ¿no es así?..Pero nunca es real...Nada lo es. - Y sus ganas de llorar regresaron...como a cada segundo.- Nada lo es.

-Solo cierra los ojos, Dalia...
Y lo hizo. Cerró los ambarinos ojos y deseó con todas sus fuerzas no tener que abrirlos nunca más. En silencio y a oscuras, se sentía protegida..desde niña.
Quedó de nuevo tumbada sobre la piedra, rodeada por flores ahora rojas.

Alargó su mano, y pudo notar en ella la textura de la madera. Una madera ajada y en mal estado...áspera, pero con la suavidad del recuerdo en cada una de sus astillas.

La joven volvió a abrir los ojos, para que estos descubrieran que ya no había luz solar en la que apoyarse. Pronto se hizo a la oscuridad y pudo ver enfrente de ella un bote. Un bote sin remos suspendido en el vacío, a más de 25 metros del mar, flotando en el aire.

-¿Lo recuerdas? Este es el bote en el que escapamos del archipiélago oriental...apenas puedo acordarme de hace cuánto tiempo, de...cada detalle.

Frèdéric podía ver todo lo que la muchacha creaba. Podía ver, dentro y fuera de ella: cada uno de sus delirios, y el motivo de todas sus lágrimas.
Observaba como la enfermedad hacía mella, cada vez más profunda en su mente, y  como su cuerpo se apaga lentamente con ello, deshilachando su cerebro.
Su vestido rosa pálido se veía de un color grisáceo a la luz de la Luna, y ondeaba con el viento. Dalia seguía siendo excepcionalmente hermosa..pese a las cicatrices que cubrían su cuerpo y a las ojeras que demacraban su rostro tras meses sin poder apenas conciliar el sueño. Pese a sus ojos cansados. No había perdido un ápice de esa dulzura que emanaba su rostro ovalado y sus labios rosados.
Pero ella estaba deshecha, y eso tampoco era difícil de ver.

Se incorporó lentamente. Ese instinto loco de dejarte caer..de marchar, hacía ya tiempo que se había instalado en su cuerpo. Miraba el mar manso y la pendiente rocosa plagada de salientes puntiagudos que la conducirían hasta él con indiferencia.

Era lo cierto, deseaba morir. Pero no sería aquella noche.

La joven se levantó con cuidado, y con ella las flores rojizas, que como mariposas ligeramente incandescentes comenzaron a revolotear a escasa altura. El mismo cabello parecía estar hecho de finas ebras en llamas, que brillaban con un tenue resplandor.
Recogió sus sandalias gastadas y las lanzó al mar, quedando descalza sobre la piedra y la hierba húmeda.
Sin demasiada expresión en el gesto, dio un par de pasos hasta llegar a Frèdéric, que dejó caer sus brazos a ambos lados del cuerpo.

En silencio, un beso en los labios, antes de que las flores se consumieran en las llamas, antes de que el mismo Frèdéric se esfumara de allí, quedando en la penumbra.

Caminaría sola esa noche, hasta la posada más cercana. >>
 07: Prefacio.  (I/II)


El silencio hacía parecer que la casa se encontraba suspendida en un instante perdido en la eternidad. El crujir de las maderas era el único sonido que acompañaba el insondable silencio de la mañana en aquella pradera.
Trishka se había quedado prácticamente sola en casa. Su padre parecía estar en coma, tras varias noches sin haber descansado, y permanecía en su habitación, la cual estaba completamente cerrada. Clotilde había salido a comprar alimentos y algunos enseres para la casa al mercado que montaban en la plaza hasta el mediodía. Tardaría en regresar.

La vieja y arrugada Clotty caminaba con aire desganado hasta la plaza, refunfuñando, pues sabía lo que iba a encontrar en ese lugar, además de alimentos frescos y mercaderes con ganas de regatear. Habladurías...
Se encontraría de frente con los dedos acusadores y las miradas de soslayo, con los cuchicheos y las medias sonrisas, con los malos modales, con hipocresía.
Y entre todo esto, el paso de la anciana seguiría siendo decidido, poco refinado..pues aunque nunca la elegancia la dotó de ese aura de delicadeza y finura del que disfrutan algunas damas, su interior estaba fabricado con el más pulido mármol, y forjada su coraza en las llamas de centenares de años de represión en su familia.

Esa anciana, ya bastante débil y de oído duro caminaba por el pequeño pueblo cargando tras de si con el enorme peso de una gran civilización, que conocía el olor de la batalla, el de la sangre, y su sello de identidad era el honor.
Un corazón aristócrata a salvo en el cuerpo de una simple mujer mayor y pobre.

Una vez allí, no pudo más que descubrirse a sí misma defendiendo en su interior a esa niña que se llevó a su mayor orgullo consigo al nacer, a su otra hija, quien pese a haber elegido la forma más extraña e irresponsable posible de vida, siempre se mantuvo firme, siempre demostró valor...E incluso a ese extraño que contrajo matrimonio con su dulce Caroline, y bajo cuyo techo llevaba viviendo las últimas dos décadas de su vida.

La pequeña Trishka estaba sentada enfrente de la chimenea, sobre la raída alfombra. Solía pasar allí las horas muertas, cuando se encontraba a solas en la casa.
Con su minúsculo dedo, parecía dibujar todo tipo de formas y figuras en el espacio que la rodeaba.
Si se concentraba, podía incluso escuchar el rugir de las olas que dibujaba, o el canto de los pájaros que representaba a lo lejos. Podía oler la sal del mar que nunca había visto...más que siendo aún muy niña, escapando a su memoria.

Pese a que aún quedaba bastante nieve en el exterior de la casa, no hacía demasiado frío esa mañana, al menos no para los lugareños
Pronto, la inquieta niña se aburrió de esos juegos. Quería sentir más intensamente todos esos inconcebibles paisajes que formaba en su imaginación y dibujaba con su índice.
Y para ello se tumbó...y cerró los ojos.
En la oscuridad de sus párpados sellados era capaz de verlo todo perfectamente, tal y como si estuviera allí mismo. El color, la forma, el olor...y el tacto.
Podía moverse por sus imaginaciones de forma completamente libre, y explorar rincones desconocidos.

Pero el fuego siempre se colaba en su mente.
Una espesa oscuridad hizo que desapareciera el paisaje que se gestaba en la mente de la pequeña. Desapareció primero la vegetación más liviana, el mar que descansaba en la orilla, las nubes... Después, las rocas comenzaban a convertirse en arena oscura, y los gruesos troncos de los árboles desaparecían de forma similar, hasta que sólo el color negro cubría el campo de visión.

Y entonces fuego; El fuego aparecía formando grandes y desvencijadas lenguas informes que azotaban la oscuridad. En ocasiones parecía tomar forma, de algún tipo de ser humanoide, que sin embargo en nada se parecía a un humano, quizás algún animal extinto...cualquier cosa. Apariciones que escapaban a su conocimieto, que se colaban en su mente, estando más allá de su entendimiento y su recuerdo.
Escuchaba el crepitar de las brasas, algo parecía consumirse, pero el fulgor resplandeciente de las llamas no permitía que la pequeña niña viera con claridad.
Y entonces comenzó a sentir calor...un calor demasiado real.

Abrió lentamente los ojos, algo exhausta. Se había tumbado boca arriba, y giró la cabeza para mirar a la hoguera que se encontraba a su derecha.
Los ojos de Trishka eran de un tono peculiar. El borde aparecía oscuro, de un tono similar al negro, sin embargo, conforme la pupila se acerca, su iris cobra un color grisáceo, que a menudo se teñía rojizo, reflejando las llamas que hacían crujir los restos de ramitas que quedaron la noche anterior en la chimenea.

Un gran fuego ardía ahora allí.

La niña, lejos de asustarse, permaneció allí tumbada, junto al fuego, quedando algo adormilada por el calor que desprendía.
Estaba ya prácticamente dormida cuando algo hizo cosquillas en sus pies. Con rapidez recogió las piernas, y se incorporó para mirar, y fue entonces cuando se percató de la presencia de su amigo Frèdéric.
Ese desaliñado joven de cabellos claros que siempre lograba hacerla reír. Reir... era probablemente la mayor afición de esa vivaracha jovencita.

-Levanta. -Dijo con suavidad. Frèdéric le hablaba desde el viejo sillón que se encontraba frente a la chimenea,  al lado de la niña.
-Tengo sueño...- realmente no le apetecía abandonar su cálido rinconcito junto al fuego, por lo que se acurrucó sobre sí misma, formando un ovillo.

El chico sin levantarse, empieza a darle pequeños puntapiés a la niña, que comienza a revolverse por la alfombra, resistiéndose a la idea de ceder ante los deseos de su amigo.
-..Frèd..¡Pero si la culpa es tuya! Tu ha encendido este fuego tan calentito...justo cuando estaba imaginándomelo, ¿sabes? Siempre llegas en el momento indicado.

Aunque Trishka no lo viera, Frèdéric dibujó una media sonrisa en sus labios.

-Vamos, señorita...Ayer me prometiste pasear, ¿no? No querría perderme caminando por ahí yo solo...
Trishka soltó una risotada, le divertían las estupideces que siempre decía Frèdéric. Y entonces se dió cuenta de una cosa: cuando le conoció, él era mucho más serio y frío...pero había aprendido a ver la vida como ella. Existía el peligro, pero hasta eso era estimulante.
-Bueno, va...Te acompaño. Cuando yo tenga dieciséis como tu, no necesitaré que una niña pequeña me lleve de paseo...

El joven se puso en pie entonces, y cogió a la niña para colocarla de pie en el suelo.
-Venga, enana insolente...Cualquier día dejo de visitarte.
-No lo hagas, ¿eh? Algún día nos compraremos un barco los dos y pescaremos animales salvajes.
-Animales salvajes...¿Como cuáles?
-Ehr...como los rinocerontes del cuento.
-Venga ya, Trishka....los rinocerontes no se pescan....
(...)

Ambos salieron hablando y riendo de la casa, dejando en ella a Ballister. Darían un paseo por una arboleda cercana, como siempre habían hecho, hasta que fuera hora de almorzar.


 07: Prefacio.  (II/II)

Le costaba demasiado respirar.

Con sus cuarteadas manos se dispuso a rebuscar dentro de su chaqueta, pero este simple movimiento le resultaba ya agitador.
Los jadeos del hombre hacían el ambiente denso y el olor de la muerte descansaba en el aire enrarecido de la estancia.
Finalmente, y tras un gran esfuerzo, Christosz logra dar con su petaca de licor.
La abrió con un movimiento de su dedo pulgar y se la llevó a los labios. El hedor que provenía de aquel mejunje ajado era notorio...no olía demasiado bien.

-Pero al menos calmará el dolor...-A pesar del tiempo y la época, ese seguía siendo su placebo favorito.
La bebida era fuerte. Bajaba por su garganta calentándola más de lo que debiera, y dejando un regusto a sangre y alcohol.
Sus manos estaban pegajosas. Lo notó sólo cuando bajó la petaca hasta su regazo, la había manchado con los dedos.
Sangre, pus, suero...Las heridas y ampollas que tapizaban su cuerpo segregaban y hedían.
Parecían vomitar, asquearse de ellas mismas y del decrépito organismo sobre el que florecían y se diseminaban.
Decépito e infecto. Ponzoñoso.
-Hasta el cuello de mierda...- y el susurro de Ballister murió entre sus dientes antes de escapar de la boca.

El hombre miraba ensimismado una de las vesículas reventadas que decoraban su muñeca, habitualmente cubierta bajo sus guantes largos de cuero.
El líquido amarillento que supuraba lento y repugnante fluía alrededor de ella.
Sin pretenderlo, comenzó a pensar en ello...

<< Debería dejar que les diese algo el Sol. Así se secarían las pústulas, y de este cascarón fangoso solo quedaría un pergamino de carne curtido por las cicatrices. Pero bien desinfectado y seco.
Tapados y ocultos bajo gruesas capas de ropaje, sin respirar, para que no huelan....háh; Me he convertido en el perfecto caldo de cultivo >>

-Ya hablas como un verdadero médico.
<< Mi propia cabeza me pone en mi sitio...>> pensó. Mas en ese instante reconoció la voz que acababa de escuchar tras de sí, y admitió que había estado pensando en voz alta.

Tomó aire de forma ruidosa y trató de incorporarse del todo. Se encontraba sentado en la cama deshecha en la cual había pretendido dormir todo el día. Pero los planes nunca salen como esperamos...hacía tiempo que sólo las horribles borracheras lograban que durmiera algo en su desmayo, dejando en él su firma a modo de resaca y desazón...Y aún así, su miseria siempre acababa por despertarle.

Se giró y contempló a sus espaldas, sentado sobre el suelo de madera, precisamente a quien esperaba ver allí.

El pelo corto, negro y de punta seguía destacando por esas patillas afiladas y finas que flanqueaban sus orejas. Las mismas gafas de corte moderno y patilla delgada...Los mismos mocasines relucientes en sus pies.
Marcov Rushell había sido cómplice los últimos cuatro años.

Ni tan maníaco como el genio, ni miserable como el lacayo.
Nadie en el mundo es benefactor y absuelto con tanta sutileza como el cómplice. Él nunca había tenido que meter sus manos en el fango, y sin embargo lo conocía todo....todo lo estrictamente necesario.
El exceso de inteligencia, pensó, de iniciativa, de ambición...acaban por enloquecer al más iluminado. Sin embargo se trataba de un hombre comedido, brillante, moderado... Peligroso.

-No se te ve demasiado bien...¿Has terminado ya?
El condenado Ballister fijó entonces su mirada en el chico.

-Sí. Está todo listo. -Su tono era seco y distante como su propio ser. - Pensaba tomarme hoy el día...libre.
-Christosz, con todo mi respeto...
-Calla, Rushell. No te he dad permiso para que me llames por mi nombre de pila.
El rostro sereno de Marcov no se inmutó.
-Es cierto, me disculpo...Pero entienda que no me agrade verle en ese estado. A nadie del equipo nos gusta, señor...- Esbozó ligeramente una sonrisa que a cualquiera le habría parecido franca y sincera.
Pero los grandes intelectos viven de la mentira...Y Marcov no había llegado hasta donde se encontraba gracias a su simpatía o compasión. No debía importarle la ponzoña del cuerpo...ni del alma de su superior.

Pronto regresó la expresión de seriedad condescendiente al rostro del joven científico. Con apenas 26 años había llegado hasta lo más alto...hasta casi lo más alto. El lugar adecuado.

-Le he traído la inyección, Ballister. - Hablaba con serenidad, inmune a la hostil mirada de su superior.
-¿La inyección letal?...no necesito esa basura. Quisiera morir con algo de dignidad. Me he arrastrado hasta aquí para "descansar en paz"...Y maldita sea...así será.

-Pero...Ballister, no comprendo bien su actitud.
Ha burlado a los dioses y se ríe de la muerte en su propia cara...Está dónde y cuando quiera..Perecer, descomponerse...-Su tono practico y aleccionado de las clases intensivas no desaparecía.  Un deje pedante e insoportablemente amable.- Usted se ha reído ya muchas veces de todo eso.
Morir...es sólo una anécdota más en su vida...señor.

La risa entrecortada y rota de Ballister inundó la sala con su blasfema ironía. Sonaba pulgosa, como la de un drogadicto o un anciano enajenado..ahogándose en su billis.
 Desagradable y tan hilarante como impotente.
-Una anécdota dices...Idiota ignorante...- Otra carcajada se difumina en susurros.
 El hombre se levanta de la cama apoyándose con cuidado en su inútil pierna, su imagen era deplorable aún, pero parecía algo menos cansado ahora.

Con un par de movimientos se quitó de encima la chaqueta y acto seguido comenzó a pasar sus dedos por los botones de la camisa color hueso. Fue desabrochándolos, uno a uno.
Mientras tanto, Marcov contemplaba con curiosidad los actos del hombre, y quizás algo de perplejidad.
Se desprendió de su camisa. Marcov vio entonces la espalda de Ballister. Al contrario de lo que podía sugerir la demacración de su rostro, su cuerpo aún parecía joven, sin embargo, aparecía repleto de cicatrices abiertas, hendiduras en la carne, marcas, quemaduras, señales...
Se encaminó el hombre hasta el otro lado de la cama, quedando en frente de Marcov. 

En esta ocasión, el joven pudo contemplar el pecho del hombre. Miedo, asco, repugnancia, lástima...eran sólo las primeras sensaciones que reportaba aquel cuerpo destrozado, que parecía derretirse y descomponerse al mismo tiempo, manteniéndose a duras penas sobre los huesos del hombre. Su rostro azotado por el viento frío, parecía más anciano que nunca, y se clavaba en el rostro de Marcov Rushell.

-¿Sabes cuántos años tengo...Rushell?- Al joven le costó al pirncipio apartar la mirada de la orgía de heridas y putrefacción que escondía la camisa de Ballister, pero finalmente le miró a la cara.
-Eh...si no recuerdo mal, señor, cuenta usted con..34 años.
-Y dime...¿los aparento? ¿O parezco más bien un monstruo descompuesto con rostro de pescador anciano?
La respuesta era evidente...su superior era un pescador anciano monstruoso y putrefacto. Pero no diría eso.
-Efectos secundarios, supongo...- El joven científico realmente desconocía esa parte, pese a haber estado estudiando de cerca la situación, era la primera vez que tenía contacto con el salvando el diferido, y le gustaba lo que veía...porque pocos más lo habían visto. Una vez más, era privilegiado.

-Cada vez cuenta, amigo...Cada una de las muertes es completamente real..y deja mella. -Un suspiro se confunde con una risa...- Joder, claro que deja mella. Dentro y fuera, chaval...se pudre el cuerpo y se pudren las entrañas..¿y sabes qué?
-...¿qué, señor?
-Acabas por vomitar polvo...acabas siendo polvo. Una cáscara maloliente y vacía.
El joven asintió, pues sabía que las palabras de Ballister no eran más que la pura verdad. Después de todo, no podía ser tan fácil...Y la ambición de Ballister le pasaba factura en todos los sentidos.

-Y dime, Rushell....¿Es mucho pedir entonces que dejes a este viejo morir en paz...una vez?
Era viejo y estaba hecho trizas...pero seguía siendo lo suficientemente fuerte como para destruir a su antojo. Quizás tuviera razón...Quizás morir con dignidad calmara la densa marea que se revolvía en su interior, sin nada a lo que agarrarse.
No dijo una palabra más. Entre ese sonido eléctrico bien conocido por Ballister, Marcov desapareció de la habitación.Ballister echó un vistazo al reloj de pared que adornaba la pared de enfrente. La una y cuarto del mediodía.
Pronto llegarían Clotilde y su hija...Después de todo, ese entrometido le había robado bastante tiempo.

<< Y las llamas purificarán en su seno aquella carne infesta de mal, acariciando la bondad de la sangre que se derrama en pos de los dioses...>>


08: Purificación (I/ II)

Llevaban caminando cerca de una hora.
 La casa de madera donde Trishka vivía estaba construida a las afueras del pueblo, por lo que estaba rodeada de arboledas por toda su parte trasera y lateral.
Sin embargo, a Frèdéric y a Trishka les gustaba adentrarse en el bosque que se encontraba al sur de la población. Para llegar hasta allí, debían cruzar todo el pueblo, hasta llegar al Valle del Acero, que linda con el territorio de Sanhold, población vecina separada por un río y en el límite de la cual tuvo lugar una cruenta guerra hace algo más de un siglo.
A medida que se acercaban al lugar iba variando el paisaje, tornándose diferente. Cambiaba la vegetación e incluso el tono de la tierra que pisaban, pese a que la distancia recorrida no fuera demasiada.
Las hojas de los árboles se abrían ofreciéndose a la luz del mediodía que se filtraba con más facilidad por aquella zona. La corteza de los árboles se hacía también más fina y suave, dejando atrás los robustos árboles de piel abrupta y púas verdes que abundaban en el pueblo.

En primavera, los árboles del Valle se adornaban con pequeñas flores blanquecinas o amarillentas gracias al clima más suave que proporciona la cercanía del río. El dorso de las hojas toma un tono plateado y una textura suave y vellosa.
Estaban comenzando a tapizarse de pequeños capullos que no tardarían en estallar en una gran composición floral.

-¡Frèd!
-Dime...
-¿Vendremos cuando hallan salido las flores? La abuela me contó una vez que aquí en todo el territorio de Trienbaly, estas flores dan suerte. Dicen que hay que ponerlas a los pies de la cama, y como la abuela está vieja...

Frèdéric rió con esta última frase. -¿Así hablas de tu abuela? Creía que yo era el único que la llamaba vieja.
-Bueno...esque está vieja, Frèd... Por eso quiero cuidarla, para que pueda ser más vieja aún.
La pequeña sonrreía satisfecha por su respuesta y su determinación.

La tierra se hacía más clara y húmeda conforme avanzaban el paso.
Durante todo el trayecto, el joven había estado llevando en sus hombros a la niña, pues era demasiado pequeña para soportar tanto camino. Al fin la bajó de sus hombros y la dejó en el suelo para que caminara a su lado.
- ¡Bien! Ya me aburría ahí arriba. - Daba pequeños brincos al andar.

Frèderic lñevantó una ceja y habló entre dientes algo parecido a una parodia de lo que la niña acababa de decir. Pero la provocación fue en vano, y la pequeña siguió ignorando las burlas del chico hasta que este se aburrió de ellas.
Cogió la pálida mano de la niña, y prosigueron en silencio.

Frèdéric miraba al frente mientras caminaba. Un par de mechones rubios y ondulados se escapaban de uno de los lados de su coleta, balanceándose al ritmo de sus pasos.
Ambos llevaban puestos sus abrigos.  Él una chaqueta de color pardo oscuro; Ella un abrigo beige que combinaba con el azabache de su pelo y se confundía con su piel.
-Odio este abrigo...- La niña lo miraba con el ceño fruncido.- No me deja moverme y da mucho calor...
Un suspiro.- Deja ya de quejarte, renacuaja. - Frèdéric colocó una de sus palmas sobre la cabeza de ella.

El olor del río comenzaba a inundar el ambiente. Olía a musgo y a tierra mojada; Trishka miró con sus almendrados y enormes ojos a Frèdéric y sonrrió ampliamente. Le encantaba la magia de aquel lugar.
La sonrrisa le fue devuelta y el joven añadió: -Quizás podamos conseguir algunas flores hoy mismo.
Apenas pasaron unos minutos cuando pudieron divisar el río a pocos metros. La temperatura se había suavizado mucho, tal y como Frèdéric había sospechado, los árboles más cercanos a la orilla del río estaban ya en flor.

La inquieta niña soltó la mano de su compañero y comenzó a corre a toda rpisa hacia allí.
El paisaje se mantenía increíblemente lleno de vida, pero inerte al paso del tiempo. No había cambiado.
Los segundos parecieron ralentizarse a los ojos de Frèdéric. Mientras Trishka corría hacia los árboles y su pelo ondeaba a sus espaldas como víboras negras acechando el viento.
Un recuerdo nubló los ojos del joven.

<< Era exactamente el mismo lugar el que se mostraba ante sus ojos. Lo árboles en círculo, el claro, el río al fondo, el tronco medio podrido en el centro, los destellos plateados de las hojas...
Lenta y pesadamente, el agua fluía sin prisa. Pero Trishka ya no estaba allí, en su lugar, una joven deslizaba sus dedos sobre las hojas. Inconfundible.
Su larga melena del color de las ascuas encendidas, su capa gris perlada y sus finos trajes de gasa; en esta ocasión del azul del cielo. Comenzó a hablar mientras se sentaba a orillas del agua.

-¿Ves estos árboles? Son los guardianes de la primavera... Te contaré una historia, algo acerca de este país, y de este claro.
Dicen las gentes, que este río lleva disueltas las almas de los guerreros caídos en las múltiples contiendas entre  Sanhold y Trienbaly, aquí en el Valle del Acero. Fue una gran guerra.
Sanhold, al otro lado del río pertenecía entonces a los dominios del Imperio, que quiso homogenizar las Tierras Salvajes en cultura, política y religión..., por supuesto bajo su protección y dominio, y bajo el de la Iglesia Católica. Fue entonces cuando las diversas agrupaciones protestantes del Este se unieron a las tribus agnósticas de estas tierras, que coincidían en su lucha contra el Imperio.
Los continuos enfrentamientos y persecuciones se prolongaron durante una década y dieron a parar a este lugar. Fueron muchas las vidas arrebatadas por ambos bandos.
Cuando llegó el invierno, la mayoría de las unidades habían sido perdidas, y la motivación de los salvajes fue disipándose con el correr de la sangre.
Como en cada solsticio, la superficie del río se heló. Ese año el frío azotó como nunca. Las tierras dejaron de producir y la caza era insuficiente y complicada. Se trataba de supervivencia; una  guerra de subsistencia.
El hielo quebraba el acero de las espadas al chocar. Cuando el fervor de la batalla dió un respiro a aquellos muchachos, se dieron cuenta de que habían olvidado el motivo que les había conducido a esa pesadilla.  Soldados jóvenes sin vida suficiente para aprender a odiar, a matar...

Dalia hablaba con serenidad, pero a Frèdéric le impacientaban tantos datos que no podía entender bien. Temía perderse en el conocimiento de su interlocutora, y no poder comprender lo importante.
Dalia lo notó.
-Ten paciencia...no es un relato muy largo, Frèd.

-Como iba diciendo -acarició la superficie del agua - Durante aquel invierno se congelaron las armas, y también la furia. Los cadáveres bajo la nieve, y el rencor en los cuerpos sin vida de los caídos.. Sólo los generales de ambos ejércitos habían estado allí desde casi el principio.
Estaba en juego el honor, y tanto ganar como perder acechaban este bien tan preciado por un caballero.
Los meses fríos pasaron mientras los soldados luchaban desganados por sus fantasmas. Sin fuerzas y medio muertos.

Dalia sonrríe de medio lado mientars hunde su mano en las aguas gélidas.

-Dicen que el río helado se descongeló antes de tiempo debido al calor que le proporcionaban los corazones de los cuerpos que fueron arrojados en él. Haciendo que el clima cambiara levemente, y los árboles cercanos florecieran alimentados por la fuerza creciente del río.
El general Varedieck, un alto mando del Imperio, al contemplar las flores blancas una de las primeras mañanas de marzo, comprendió que aquello debía terminar, y con la piel de un conejo elaboró la bandera blanca que dió término a la Guerra del Norte.
Desde entonces es tradición en Trienbaly y en todo el Nuevo Reino de Aradiel colocar estas flores  a los pies de las camas de los enfermos, pues luchan contra la locura y el sinsentido, y simbolizan la retirada del Imperio, el comienzo de la libertad.
Las llamadas Flores de Paz...>>

Unas raíces secas golpearon la cara del joven, sacándole de su ensimismamiento.
<<No debería recordar...>>

-¡¿Qué pasa Frèd?!- La chiquilla seguía correteando por allí.
-Me has tirado un hierbajo, ¡Te voy a matar!
 La niña comenzó a correr y a lanzar risotadas y pequeños grititos de júbilo al ver que Frèdéric la perseguía para atraparla. Finalmente, él logró cogerla, y la colocó sobre el tronco seco.
Trishka sostenía un ramillete de flores blancas entre sus manos.
Al ver que Frèdéric las miraba, ella exclamó alegre. -¡Son para Clotty!
Estaba realmente feliz, por su buena obra, y por continuar una tradición que siguió su fallecida madre.
-Oye, enana...¿y tu padre? ¿No le llevarás unas?
La pregunta había cogido totalmente desprevenida a la niña. Ni siquiera había pensado en esa posibilidad. Después de todo, era prácticamente un extraño para ella.
-Eh...uhm...no sé, no sé si las querría. ¿A papá le gustan las flores?
-Deberán gustarle; es la tradición.

El chico cogió un ramo con varios capullos y un par de flores bien abiertas- Toma- Se las cedió.
-Ahora caminaremos a casa...cuando te canses, dímelo y te llevaré a hombros, ¿vale, señorita?
Asintió y se puso en marcha tras él, sujetando las dos ramitas con flores.

Frèdéric caminaba un par de pasos por delante de ella, y le formuló una pregunta.
-Dime, enana...¿quieres a tu padre?
Trishka tardó en responder, bajó la vista hacia sus manos, y miró detenidamente las flores. Se dió cuenta entonces, de que los capullos cerrados del ramo que había cogido para su padre, empezaban a abrirse lentamente.
La niña alzó un poco las comisuras de sus labios en un breve sonrrisa
-Creo...que sí. - Pese a sus palabras, estas fueron pronunciadas con mucha firmeza.

Frèdéric hizo una mueca, pero ella no la pudo ver.- Dicen que nada de lo que haces o dices tiene el menor sentido, ¿eh, pequeña?
Trishka adelantó unos pasos, y le dió la mano a Frèdéric.

Aún quedaba una hora de camino hasta casa.

08: Purificación. (II/II)

Manzanas rojas, naranjas para un guiso de cordero, patatas y algunas piezas de carne junto a otros enseres para la cocina o el baño de la casa...y una muñeca.
Varias eran las bolsas que ralentizaban la circulación de los brazos de Clotty, amoratándolos levemente.
Acostumbraba a ser precisa y lo más rápida posible en sus compras, pero hoy se había dejado llevar por un inusual impulso que la condujo a mirar y comprobar casi todos los puestos que se habían montado esa tarde.
Entre los desvencijados objetos que allí se exponían, uno en concreto llamó su atención.
Se trataba de una muñeca rellena de arroz, bastante tosca. Con sus regordetes dedos la extrajo de la sepultura que los otros chismes habían creado sobre ella.
Más bien pequeña, ligera; el cabello estaba compuesto por finas hebras de hulo rojizo, los ojos eran dos botones negros y pequeños, y lo más llamativo: su boca, formada por un delgada hilera de pequeñas piezas blancas que daban lugara una gran sonrisa, algo diabólica, con esos diminutos dientecillos puntiagudos y alineados.
Enseguida le recordó al pequeño diablillo quw tenía en casa, y no pudo más que comprar esa extraña muñeca.
Chasqueó los dientes por haberse entretenido tanto y se apresuró para regresar a casa lo antes posible.
El mercado estaba a rebosar como siempre, la gente se chocaba contra ella a ambos lados clavándole los hombros al pasar...se había hecho tarde, y ahora todos tenían demasiada prisa.
Clotty continuaba distraida por su propio paso, y apenas se percataba de lqo eu se aparecía en su camino, pero algo distinto en el ambiente acabó por captar su atención.
El desasosiego se podía notar en las pocas personas que se veían de un lado para otro en al lejanía.
Se respiraba un aire tenso y enrarecido, colapsado pro esa mezcla de silencio abrumador y alboroto ronco y sordo que acelera el pulso.
No tardó en fijarse en el cielo. Una nube de denso humo negro se elevaba lentamente frente los ojos azules de Clotilde.

[UNDER CONSTRUCTION XDD] No me deja guardarlo en borrador

1 comentario:

© Leyre García dijo...

Hola! He leído tu comentario, muchísimas gracias por dedicarme un ratito de tu tiempo(: En realidad Sueños al ser mi primera novela es bastante sencilla y para gente de 14 para arriba, al menos eso creo jaja La novela de vampiros efectivamente va a ser para mayores de 16 y fuera de cachondeos, porque estoy cansada de libros de vampiros que parecen sacados de Brodway u.u Contaré contigo para la opinión cuando la empiece jaja! Muchísimas gracias(: PD: He leido los 5 capítulos y me encantan! Seguiré leyendo cuando termine mis exámenes(: Un saludo!